Por Germán Bandrés - Fundador de Sala Gaudí
En 1970 frecuentaba el barcelonés bar Zodiac, situado en la Plaza de la Villa de Madrid – C/ del Bot, al que acudían estudiantes de la escuela de Bellas Artes de Sant Jordi, así como una variopinta clientela relacionada con el teatro, el cine, la arquitectura y la poesía que intentaba tener presencia en el mundo del arte y la cultura. También era habitual de otro histórico café que todavía existe: El Ascensor, frecuentado por el pintor Cardona Torrandell, el director de teatro Joan Maria Gual, los jóvenes arquitectos Oriol Bohigas y Esteban Bonell y el escultor guineano Leandro Mbomio que después fue ministro de cultura de su país.
En esa época yo estaba construyendo como promotor dos edificios en Barcelona, con lo que podría decir que tenía bien enfocada mi situación profesional. Recordé entonces la historia que leí de pequeño sobre un niño al que le dieron dos monedas: cuando le preguntaron qué había hecho con las monedas éste contestó que con una se compró pan para poder vivir y con la otra una flor para tener ilusión de vivir. Así que en dichos bares y en sus sobremesas fui gestando el proyecto de Sala Gaudí como un centro global de arte donde convivieran las artes plásticas con el teatro, el cine, la música y la literatura. Una joven relaciones públicas, Nuria Peiri, me puso en contacto con Enrique Sabater, un desconocido fotógrafo que trabajaba para Radical Press y que había entrevistado a Dalí en su casa de Port-Lligat en 1968. La idea maduró y en octubre de 1971 decidí lanzar Sala Gaudí con Leandro Mbomio y Paco Rodón, crítico literario del Noticiero Universal, asesor de la Enciclopedia Catalana y amigo de Subirachs, Hernández Pijuán, Alcoy, Rovira-Brull, Vila Grau y tantos otros artistas.
De izquierda a derecha: Nuria Peiri, Germán Bandrés, Salvador Dalí y Enrique Sabater
en la inauguración de Sala Gaudí.
Como hacía falta una inauguración sonada propusimos que la presentación la hiciese Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de literatura y diplomático guatemalteco. También tanteamos a Enrique Sabater, que ya se había acercado mucho más a Dalí tras la salida del Capitán Mur como su secretario personal, para que el genio ampurdanés viniese a la inauguración. Por enfermedad, Miguel Ángel Asturias fue finalmente sustituido por Carlos Areán, director del Museo de Arte Moderno de Madrid. Dalí, por su parte, acudió y estuvo presente en todo el acto de inauguración, lo que provocó gran repercusión en los medios.
Inauguración de Sala Gaudí con Salvador Dalí y Carlos Areán.
A partir de ese momento se acrecentó mi amistad con Enrique Sabater, lo que propició frecuentes visitas a la casa de Dalí en Port Lligat donde el primero ya hacía de secretario del segundo. El genio de Figueres, siempre en privado, era afectuoso y atento, ofreciéndonos lionesas a la hora de la merienda y vino Perelada rosado para compensar la ayuda que prestábamos mientras firmaba las ediciones de litografías. A veces recibíamos visitas de Amanda Lear, musa que vivía con él puesto que Gala había fijado su residencia en el Castillo de Púbol. Recuerdo un día en Port Lligat que Dalí se quitó su famosa americana de piel de serpiente y me la puso en los hombros, un acto inmortalizado por una foto en propiedad del archivo de Sabater. Dalí me dio, asimismo, la autorización de utilizar una de sus obras titulada “Homenaje a Gaudí”, como cartel de Sala Gaudí, tachando el logo de la Galería que no le gustó y añadiendo, de su puño y letra, que éste debía ser en "letras romanas blancas".
La obra Homenaje a Gaudí, cedida por Dalí, con la anotación "Letras Romanas Blancas" escrita por el artista referente a las modificaciones en el logo de la Galería.
Cada año Dalí iniciaba su salida de Port Lligat con destino a EE.UU. con una parada en el antiguo Hotel Ritz de Barcelona donde Enrique Sabater atendía los numerosos encargos que le hacían al figuerense, además de ejercer de guardaespaldas ya que habían amenazado al artista por unas declaraciones políticas que hizo referentes al Proceso de Burgos. Yo les acompañaba casi todas las tardes hasta que se marchaban al Hotel Meurice de París, sito en Rue Rivoli, donde pasaban unos días antes de cruzar el océano, aunque también coincidimos varias veces en el aeropuerto de Ginebra. En julio de 1980 el Nouvel Observateur acusó a Enrique Sabater de ejercer una dudosa influencia sobre Dalí. Yo contesté al semanario francés durante la convalecencia del maestro en la Clínica Puigvert, habitación 409, donde Sabater siguió ocupándose de todos los asuntos de Dalí, haciendo al mismo tiempo de atento enfermero. A partir de 1982, con la muerte de Gala, Dalí trasladó su residencia al Castillo de Púbol, y aunque con Sabater mantuve una discreta relación hasta 1984 - cuando Dalí fue ingresado en la Clínica del Pilar por las quemaduras que sufrió en dicho castillo - nunca más estuve en presencia de tan genial hombre.
No obstante obtuve un inesperado testimonio de Dalí por parte de un humilde artista ya mayor que conocí en aquellos años llamado Manuel Carmona. Además de haber sido amigo íntimo de Pablo Neruda y de haber conocido a Buster Keaton, Salvador Allende, Rafael Alberti o Federico García Lorca, Carmona vio nacer, en una pequeña cala inaccesible de Torremolinos en la que Gala se bañaba desnuda, la famosa obra el “Hombre invisible” de Dalí.
4 comentarios
Muchas gracias por este magnífico testimonio de primera mano, Rosa. Nos produce una sincera alegría tener la participación de la hija de Eduard Alcoy, un artista que tanto promocionamos, además de Leandro, que nunca llegamos a conocer, como aquella lejana Sala Gaudí que luego se mudó a Consejo de Ciento.
¡Esperamos seguir contando con su participación!
He leído con atención el artículo de Germán Bandrés sobre Dalí, muy interesante tanto su visión y relación con el artista como el relato de los hechos y situaciones que las envolvieron. Mi enhorabuena. Fue una época muy densa y atractiva y evocar-la provoca una cierta nostalgia.
Recuerdo que mi padre, Eduard Alcoy, me llevó en más de una ocasión a la monumental Sala Gaudí de la Avenida de Madrid. Era un lugar realmente impresionante tanto por las exposiciones que se realizaban como por sus dimensiones inhabituales.
De Leandro Mbomio también tengo un recuerdo vivo, que renueva una escultura en bronce que debió ser fruto de un intercambio con alguna obra mi padre, en la época en que ambos coincidieron en la Sala Gaudí . Sé que fueron muy amigos".
Muchas gracias por su amable comentario Montse. Nos halaga saber que una persona con que vivió aquella época se haya tomado el tiempo de expresar sus sentimientos y que el texto le permita revivirlos.
Esperamos actualizarlo pronto con nuevas fotos y añadir otros artículos donde se hable de García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Alberti y tantas otras personalidades que pasaron por Sala Gaudí.
Un afectuoso saludo
Gracias infinitas, para mi un honor su ( documento histirico)
Me emociono ,en los años 70 habia visitado ligares que describi usted. Perfectamente nos situas en una epoca maravillosa.
Hracias.